Cuando admitimos la existencia del chaman interior y vivimos desde la fuente, somos capaces de hacer prácticamente cualquier cosa que podamos concebir la razón es muy simple: dado de lo que percibimos como una realidad es de hecho un sueño, una alucinación de aspecto realista, todo lo que vemos, sentimos y experimentamos es una proyección simbólica del sueño.
Y forma parte de esa proyección la manera en que percibimos a los demás. Cuando tenemos delante a una persona, lo que vemos de ella es una distorsión.
Toda la gente tiene un chamán interior en el corazón, pero ese chaman interior es en realidad nuestro propio chaman interior proyectando en lo que tiene la apariencia de ser una persona situada fuera de nosotros.
Por tanto, no hay múltiples chamanes interiores, sino un solo gran chaman interior que percibimos en lo que parece ser una diversidad de sitios distintos. Tu chaman interior es mi chaman interior y el mío es el tuyo.
Cuando admito y reconozco la existencia de mi chaman interior, en realidad estoy reconociendo todas las formas del chaman interior presentes por todas partes y, al hacerlo las estoy despertando todas aunque sea muy levemente cuando me encuentro contigo y veo el chamán interior que hay en ti, se aviva y se hace más brillante, más radiante, más luminoso, a la vez, también el chamán interior que hay en mi brilla y resplandece más, porque todos están conectados. Por definición son todos uno, lo mismo que una chopera es u solo sistema radical del que brota multitud de árboles.
Cuando actuamos desde la personalidad ordinaria, sin conocimiento del chaman interior, tenemos, solo el poder de un fragmento de nuestro ser total, así es como vive la mayoría de la gente, y su poder esta por tanto seriamente recortado.
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