El pasado 26 de julio se materializó la tan esperada inauguración de la edición 33 de los Juegos Olímpicos, en París, Francia. Evento que representa el sueño de miles de atletas por trascender con letras de oro en los registros de la historia, pero también el deseo de las naciones por participar, como una sola, en un evento deportivo y de celebración en sí mismo.
El evento inaugural es un escaparate mundial en el que el país organizador expone lo mejor de su cultura, música, tradiciones y riqueza histórica; así había sido hasta antes de esta edición, en la que los adjetivos negativos son difíciles de contener. Es claro que se ha acudido a un plan maligno, debe decirse, para confundir, crear odio y ganar como adeptos a todos aquellos que siguen aún dormidos y creyendo que no pasa nada a su alrededor. Los simbolismos claros que aparecieron en este evento van más allá de una simple representación de una escena religiosa en vía de mofa y desprecio hacia un grupo de creyentes, para lo cual por cierto han utilizado a una colectividad que ha sido engañada porque ha sido puesta como artífice del insulto y en consecuencia será blanco de ira y desprecio por parte de radicales. El respeto a la diversidad y preferencias personales no guarda relación con el plan que se echó a andar, seamos conscientes, despertemos.
¿Una prueba más entre tantas?
Se observó en la parte final del evento la representación del abandono de la luz y las alas representativas de la divinidad, por parte de todas las naciones del mundo (excepto la Rusia excluida, ¿casualmente?), siendo todas ellas guiadas por un ente oscuro hacia un trono encabezado por un toro con cuernos enmarcado con los 5 aros olímpicos. ¿Cuál era el motivo de ese ritual?, ¿Por qué representar a los jinetes del apocalipsis sobre el Río Sena?, ¿Por qué representar personas decapitadas?, despertemos.
Nada es casualidad, no confundamos ni atribuyamos la autoría de lo acontecido a una minoría específica, se trata de un llamado urgente a que cada uno de nosotros actúe, que de una vez por todas tengamos presente que hoy más que nunca nuestra propia existencia depende de nuestro actuar, hagamos lo correcto y defendamos lo que nuestro ser más interior nos indica, no hay manera de equivocarnos. Los pensamientos son el inicio, eliminemos el odio y la ira.
¿Habrá consecuencias?
Siempre las ha habido y las habrá, la diferencia es que en el momento actual los karmas no cuentan con protección divina, que siempre atenúan y matizan los efectos y consecuencias de nuestros actos. Responsabilidad de cada individuo es determinar de qué lado desea estar.
Es claro que aquellos que desean trabajar del lado de la luz, deberán, de alguna manera, caminar contra corriente por toda esa vorágine que se ha querido generar, sin embargo todos deben saber que siempre, siempre, la luz estará en lo más alto y será victoriosa.
Sirva este texto como antorcha de reconciliación y el inicio de un nuevo despertar de millones de personas, ante todo lo negativo que nos acecha y se representa en miles de formas, hoy fueron los juegos olímpicos, mañana será otro lugar y entorno. Vayamos de la oscuridad a la Luz. Despertemos.
Redacción: Emmanuel González
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